Vuelvo a estar en Madrid. Los ordenadores que teníamos allí no permitían escribir en condiciones, y por eso llevo tanto tiempo sin aparecer por aquí. Aunque volvimos hace ya 10 días, hasta ahora no me he parado a escribir porque tampoco he tenido tiempo. Hay que acostumbrarse rápido a la rutina, recuperar el tiempo perdido en clase y conseguir todos los apuntes que no tengo, y devolverlos rápido, y organizar todo para que todo vuelva a ser igual. Pero ya nada es igual. Entre otras cosas, ya no tengo sentido del ridículo. Se quedó en Nueva York, y prefiero que esté allí, así soy más feliz. Ya antes me importaba poco lo que la gente pensara de mí. Ahora ya no me importa nada. Así es más divertido.
Por ejemplo: el día antes de volver salimos a cenar fuera, pretendíamos entrar a un bar que, según iba la gente vestida, debía ser algo pijo. Nosotras no íbamos para nada arregladas, y pensábamos que ni de coña entrábamos. Todos nos miraban por nuestras pintas, pero la primera criba la pasamos. Si no entramos fue porque Cris no llevaba ni dni ni pasaporte, y no aceptaban el carnet joven para entrar. El caso es que terminamos cogiendo el metro en la 23, y como aún no nos habíamos hecho ninguna foto con los sombreritos de la pared, pues nos la hicimos. Yo quería hacerme alguna más pero Cris no quiso, dijo algo así como que todos nos miraban, y yo dije que daba igual, pues no los vamos a volver a ver. Me fui hacia otro lado de la estación y uno vino detrás de mí y me dijo, en castellano (cómo no), que daba igual que los volviera a ver, y que él siempre se subía en esa parada y era el primero que se hacía esas fotos. Pues llevaba razón, ¿qué más da que me vuelvan a ver? La moraleja a todo este rollo es: olvídate de los demás y haz lo que quieras, lo que te divierta, da igual lo que piensen los demás.
Más anécdotas del viaje: nos perdimos en queens, un barrio en el que tienen obsesión por la muerte (entre las tumbas de un jardín y un tío con una katana en un parque, entre otras muchas cosas, pasamos bastante miedo. Hasta queríamos llegar a casa para cenar, cómo estaríamos).
Y ya de la comida mejor ni hablar: el puré lo tiramos contra la pared y se quedó pegado... sólo las hamburguesas (tanto en el Hard Rock Cafe como en el Bubba Gump) valieron la pena.
Bubba Gump, un restaurante interesante: basado en la película de Forrest Gump, y con matrículas de Run, Forrest, Run y Stop, Forrest, Stop. La carta de los postres está en una pala de pingpong. Y su especialidad, obvia para cualquiera que haya visto la peli, son las gambas.
Pero sin duda lo que no echo de menos es el metro: sus ratas en las vías, esas veces en que pensábamos que era tren local y era express, o cuando se cerraron las puertas y yo me quedé en tierra mientras David y Cris se fueron... También nos pasó algo así un día que nos equivocamos de línea: cuando nos dimos cuenta yo me salí del tren y Cris no reaccionó, así que se fue a la siguiente parada. O esos trenes locales que de repente se convertían en express y el conductor te decía que te dieras la vuelta... Desde que he vuelto, el metro de Madrid funciona, espero que dure.
Pues nada, a veces lo echo de menos, pero por otra parte me alegro de estar en casa, sobre todo por los abrazos grandotes que me dan las niñas, por la comida y por otras cosillas. Pero también echo de menos las esperas en el Greeley Park a que saliera David de clase, las cenas cuchicheando y maquinando, patearme la ciudad viendo sitios nuevos y las clases con profes majos (una gran decepción a la vuelta). Uno de ellos hasta me pidió que me quedara el último día... Y también echo de menos a la gente que conocí allí, aunque supongo que no volveré a verlos.
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2 comentarios:
Hola!
Que conteste que si no entramos fue por el portero, ya que mi carnet xové (carnet oficial donde los haya) estaba actualizado, aunq escrito a boli!!
Yo me volvia para allí! Aunq con unos cuantos tapers de aqui!!
Bicos e apertas :)
Algun dia volveremos, eso seguro.
Yo lo que he ganado ha sido seguridad y confianza tras esta experiencia y ver todo de otra manera.
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