Hoy, en Madrid, en un transcurso de 4 estaciones son 3 las cosas que me han dejado perpleja: es normal que la gente entre a empujones para conseguir un sitio donde sentarse, y una vez sentados, parecen no ver nada, o no querer verlo. Ha entrado un ciego, y nadie le ha cedido el sitio, ni se ha apartado para que pudiera pasar. Ha llegado al final del vagón, ante la atenta mirada de todos, pero nadie se ha ofrecido a ayudarle. Sólo un hombre, que le ha agarrado y acercado a la pared, porque visto lo visto, dudo que a alguien le hubiera importado arrollarle por estar justo delante de la puerta.
Próxima parada: entra una mujer con un bebé de meses, y empieza a llorarnos, que tiene hambre, que Dios nos bendiga, etc, etc. Lo que me cabrea es que utilicen a un bebé para pedir, que le lleven para intentar dar pena. Pero no parece importarle a nadie.
Próxima parada: sube otra mujer con una niña un poco más grande que el bebé anterior. La lleva cogida, pero obviamente, nadie le cede el sitio, ni siquiera uno de los sitios reservados para esos casos. No se lo han cedido a un ciego, no van a cedérselo a una extranjera con un bebé. Es triste, pero es la forma de pensar de mucha gente.
Lo más gracioso de todo es que, cuando soy yo la que va sentada, y entra alguien que considero que necesita más el asiento, se lo dejo. Y aquí está lo gracioso: los que se han hecho los tontos me miran como si fuera un bicho raro, porque no soy como ellos.
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2 comentarios:
Me entristece cada vez que se confirma lo de que la sociedad esté enferma de egoísmo y de otras muchas cosas...
La gente es lo peor y cada vez vamos a más
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