martes, 28 de octubre de 2008

Del cambio de hora y otras patrañas

Hay que ver a los señores de la Unión Europea. Nos hacen creer que cambian la hora para ahorrar energía. Y vale que hoy el día está mohíno y en días como este uno se queda a oscuras antes de tiempo, pero es que son las 6 de la tarde y llevo con las luces encendidas desde las cuatro y media. ¿De verdad así se ahorra energía? Porque a mí me parece que esto es beneficiar a las eléctricas... Igual que va a beneficiarlas el señor Gallardón. El otro día me quedé alucinada al leer en el periódico el presupuesto del ayuntamiento de Madrid en luces de Navidad: ¡¡¡4,6 millones de euros!!! ¿Pero se han vuelto locos? ¿Saben lo que va a hacer esto con la atmósfera? Aunque algunos siguen pensando que el cambio climático es lo que ha pasado entre ayer y hoy (cambios de temperatura y de un sol espléndido a no parar de llover)...
Que forma de malgastar, todos los años lo mismo, además de ser algo innecesario (y que conste que me gusta la Navidad, pero no su consumismo y el gastar por gastar).
Y del tema de la hora... es una estupidez. Además, sufrimos una especie de jet lag pero sin haber tenido el privilegio de viajar... La única ventaja que le encuentro es que al menos un día pude dormir una hora más... pero ya podrían cambiarla de domingo a lunes, y así saldríamos más beneficiados.

jueves, 23 de octubre de 2008

Entrevista a Pedro Alonso, Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional

Oí ayer en la Ser que iban a entrevistar en Hoy por hoy a Pedro Alonso. Para la mayoría es desconocido, por eso de que no ha salido en ningún Gran Hermano ni vende su vida privada en ningún programa, ni nada así. Es, junto a su mujer, investigador español en temas de malaria, y según cuentan en la entrevista, es posible que en 2011 haya vacuna para la malaria, una enfermedad que mata al año a 1 millón de personas, el 80% en el África Subsahariana.
Aunque a la mayoría de la gente no le importará, porque les pilla de lejos, para mí es una muy buena noticia.
Ahí dejo la entrevista por si alguien quiere escucharla:

miércoles, 22 de octubre de 2008

la vuelta a la rutina

Vuelvo a estar en Madrid. Los ordenadores que teníamos allí no permitían escribir en condiciones, y por eso llevo tanto tiempo sin aparecer por aquí. Aunque volvimos hace ya 10 días, hasta ahora no me he parado a escribir porque tampoco he tenido tiempo. Hay que acostumbrarse rápido a la rutina, recuperar el tiempo perdido en clase y conseguir todos los apuntes que no tengo, y devolverlos rápido, y organizar todo para que todo vuelva a ser igual. Pero ya nada es igual. Entre otras cosas, ya no tengo sentido del ridículo. Se quedó en Nueva York, y prefiero que esté allí, así soy más feliz. Ya antes me importaba poco lo que la gente pensara de mí. Ahora ya no me importa nada. Así es más divertido.
Por ejemplo: el día antes de volver salimos a cenar fuera, pretendíamos entrar a un bar que, según iba la gente vestida, debía ser algo pijo. Nosotras no íbamos para nada arregladas, y pensábamos que ni de coña entrábamos. Todos nos miraban por nuestras pintas, pero la primera criba la pasamos. Si no entramos fue porque Cris no llevaba ni dni ni pasaporte, y no aceptaban el carnet joven para entrar. El caso es que terminamos cogiendo el metro en la 23, y como aún no nos habíamos hecho ninguna foto con los sombreritos de la pared, pues nos la hicimos. Yo quería hacerme alguna más pero Cris no quiso, dijo algo así como que todos nos miraban, y yo dije que daba igual, pues no los vamos a volver a ver. Me fui hacia otro lado de la estación y uno vino detrás de mí y me dijo, en castellano (cómo no), que daba igual que los volviera a ver, y que él siempre se subía en esa parada y era el primero que se hacía esas fotos. Pues llevaba razón, ¿qué más da que me vuelvan a ver? La moraleja a todo este rollo es: olvídate de los demás y haz lo que quieras, lo que te divierta, da igual lo que piensen los demás.
Más anécdotas del viaje: nos perdimos en queens, un barrio en el que tienen obsesión por la muerte (entre las tumbas de un jardín y un tío con una katana en un parque, entre otras muchas cosas, pasamos bastante miedo. Hasta queríamos llegar a casa para cenar, cómo estaríamos).
Y ya de la comida mejor ni hablar: el puré lo tiramos contra la pared y se quedó pegado... sólo las hamburguesas (tanto en el Hard Rock Cafe como en el Bubba Gump) valieron la pena.
Bubba Gump, un restaurante interesante: basado en la película de Forrest Gump, y con matrículas de Run, Forrest, Run y Stop, Forrest, Stop. La carta de los postres está en una pala de pingpong. Y su especialidad, obvia para cualquiera que haya visto la peli, son las gambas.
Pero sin duda lo que no echo de menos es el metro: sus ratas en las vías, esas veces en que pensábamos que era tren local y era express, o cuando se cerraron las puertas y yo me quedé en tierra mientras David y Cris se fueron... También nos pasó algo así un día que nos equivocamos de línea: cuando nos dimos cuenta yo me salí del tren y Cris no reaccionó, así que se fue a la siguiente parada. O esos trenes locales que de repente se convertían en express y el conductor te decía que te dieras la vuelta... Desde que he vuelto, el metro de Madrid funciona, espero que dure.
Pues nada, a veces lo echo de menos, pero por otra parte me alegro de estar en casa, sobre todo por los abrazos grandotes que me dan las niñas, por la comida y por otras cosillas. Pero también echo de menos las esperas en el Greeley Park a que saliera David de clase, las cenas cuchicheando y maquinando, patearme la ciudad viendo sitios nuevos y las clases con profes majos (una gran decepción a la vuelta). Uno de ellos hasta me pidió que me quedara el último día... Y también echo de menos a la gente que conocí allí, aunque supongo que no volveré a verlos.