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miércoles, 7 de abril de 2010

Simplemente brillante...

"Quiero fotografiar la próxima guerra. Comenzar con los niños que mueren de hambre y con las viudas de guerra que se quedan en casa, los barcos que se hunden en el mar, los fusiles que despuntan en las trincheras, las batallas en la tierra y en el aire y, cuando todo haya acabado, quiero fotografiar la desolación que la guerra habrá dejado detrás de sí. El todo, realizado en este orden y en blanco y negro, puede hacer entender a la gente como es de horrenda la guerra; quizás, entonces, habré hecho mi pequeña contribución a la decisión de poner fin a las guerras para siempre" Bourke-White, fotoperiodista

(Extraído del libro I reporter di guerra, de Mimmo Cándito)

lunes, 23 de febrero de 2009

Un largo camino (Memorias de un niño soldado)

La verdad es que no cambiaría mi infancia por la de este niño. Hablo de Ishmael Beah, el autor del libro Un largo camino, Memorias de un niño soldado.
Este niño de Sierra Leona pasó de ser un niño con doce años a ser un miembro del ejército del Consejo Provisional del Gobierno Nacional.
Junto a su hermano mayor y sus amigos soñaba con que el grupo de rap que formaron a los ocho años tuviera éxito, lo que les llevó a Mattru Jong a un concurso. No volverían a ver a su padre.
Nada más llegar allí los rebeldes tomaron la ciudad, con lo que los niños comenzaron una huida sin saber dónde ir. Dormían en casas abandonadas, robaban comida y huían de los rebeldes.
Un día, en una de esas huidas, pierde a su hermano y su amigo, y ya nunca les vuelve a ver. Sigue con la huida, y encuentra a antiguos compañeros del colegio, a los que se une. En varios pueblos intentan matarles, pensando que pertenecen a los rebeldes. En uno de esos, después de explicar que van buscando a sus familias, les cuentan que están en el pueblo siguiente, y cuando creen que pueden ser felices, los rebeldes atacan ese pueblo. Allí, los miembros del ejército les reclutan, a pesar de que solo tienen trece años. Les convencen de que hay que matar a los rebeldes, que han matado a sus familias. Al principio lo hacen a cambio de la comida, pero les dan drogas, y al poco tiempo se creen que de verdad lo hacen por acabar con la guerra y por vengarse de todos los rebeldes.
En las batallas hay muchos niños, niños soldado, que matan sin ningún tipo de remordimiento. Durante los primeros días es cierto que les invaden las pesadillas, pero poco a poco se convencen de que hacen bien.
En las batallas ve cómo mueren algunos de sus amigos, y son las únicas ocasiones en que se siente mal. El resto del tiempo están quemando pueblos, matando rebeldes o civiles, drogándose y viendo películas de guerra.
Un día, después de una batalla, llegan a su base miembros de UNICEF y se los llevan a un centro de rehabilitación en Freetown, capital de Sierra Leona. Los niños se sienten vendidos, y sólo quieren volver al campo de batalla. Al principio son comunes las pesadillas, recuerdan sus días en el frente, e Ishmael se siente mal porque no puede recordar a su familia, su infancia, los días en que aún era feliz.
Con el tiempo consigue recuperarse, que las pesadillas desaparezcan, y puede contar su historia. En el centro se reencuentra con su mejor amigo, y les encuentran una familia para que les acoja. Los niños que no tienen quién les acoja vuelven al ejército.
Le escogen a él para ir a Nueva York, a hablar ante Naciones Unidas de la tragedia que sufren los niños en las guerras. Allí conoce a la que será su madre adoptiva, Laura.

Es un libro que en más de una ocasión arranca una lágrima, también escalofríos al pensar que un niño puede pasar por cosas tan duras. Pero él, al fin y al cabo, tuvo suerte, pudo salir de aquel infierno y contar su historia. Y aunque no se puede decir que tenga un final del todo feliz (no vuelve a ver a su familia biológica), siempre tuvo mejor final que el de aquellos que tuvieron que volver a luchar en la guerra.

viernes, 6 de febrero de 2009

Manipular para explicar qué es la manipulación

¿Qué mejor modo de explicar qué es la manipulación que manipulando? Hablo de unas fotocopias que tengo que estudiarme: es un texto de Gabriel Galdón, Catedrático de Periodismo en la Universidad San Pablo-CEU.
Todo iba más o menos bien hasta que en el apartado dedicado a la manipulación, ha empezado a dar ejemplos de lo malísimo que son el aborto, los métodos anticonceptivos... Para él, todo lo relacionado con el progreso es eufemístico. Además, compara la barbaridad de la pena de muerte con silla eléctrica con el aborto. La diferencia es que en el aborto, si se hace dentro de los plazos que espero que establezcan con la nueva ley, el feto no sufre, todavía no puede, sólo es una célula de unos milímetros. Con la silla eléctrica la persona en cuestión sí que sufre.
Por cierto, mucho criticar a El País pero... ¿de verdad considera que la COPE lo hace todo bien?

viernes, 7 de diciembre de 2007

Autodestrucción


"He aprendido a reconocer en ella la misma fuerza interior que tenías tú. No sabría que nombre darle, más que desprecio o indiferencia es una forma de dignidad que le sirve para defenderse no sé muy bien de qué. En ti había visto muchas veces esa misma fuerza, extraña pero positiva, cargada de una vitalidad casi violenta. Los dos necesitabais la proximidad del peligro, aunque ella es mucho menos vulnerable. Cuando Louise se siente acorralada, se encierra en sí misma; tú, sin embargo, enloquecías y no dejabas de revolverte hasta conseguir hacerte daño, cuanto más mejor" (Llámame Brooklyn, Eduardo Lago)

Así es como me siento. Cuando esté mejor escribiré.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Las Trece Rosas

Ayer, después de unas semanas ya en cartel, vi la película de Las Trece Rosas. Uno de los privilegios que tuve respecto a la gente que la ve en el cine es que tuve delante a Carlos Fonseca -autor del libro Trece Rosas Rojas-. Él nos contó algunas diferencias entre la realidad y la ficción. La ficción está suavizada, por muy duras que sean algunas de las escenas de la película. He de decir que estuve a punto de llorar. Pero aún así, en la película, Enrique García Brisac, hijo de Blanca Brisac, va a la cárcel a recoger la carta que su madre le había escrito minutos antes de morir, y la lee en el momento. En la realidad, la tía con la que se quedó, ya que a sus padres les habían fusilado la misma noche, el 5 de agosto de 1939, le ocultó la existencia de la carta durante 20 años. Y por si esto no fuera suficiente, al niño le decían que si habían fusilado a sus padres, sería que algo habrían hecho. A Blanca Brisac la encarcelaron y fusilaron por llevar dinero a un amigo de su marido que militaba en el Partido Comunista. La acusaban de pertenecer al Partido Comunista, cosa que no era para nada cierta.
Otro de los aspectos de la película que no casan con la realidad, es que a Carmen Castro, la directora de la Cárcel de mujeres de Ventas -la plaza de toros- la presentan como un alma de la caridad. Pero no. Posiblemente no llorara cuando se llevaban a las trece mujeres en el camión camino del cementerio de la Almudena, ni fuera tan caritativa como en el cine la hacen parecer.
Pero ante todo, en la película, a pesar de llamarse Las Trece Rosas, solo se da protagonismo a Julia Conesa, Blanca Brisac, Virtudes González García, Carmen Cuesta -amiga de las trece rosas pero que no fue fusilada- y algo menos Dionisia Manzanero. Otras, en la película sólo aparecen cuando van a fusilarlas. Creo que se debería haber ofrecido el mismo protagonismo a todas, o al menos presentarlas antes del final de la película, como a Martina Barroso o a Victoria Muñoz, a las que Ana Gallego despierta en la saca. Antes de eso, sólo aparecen en el módulo de menores jugando durante unos segundos.
Otra cosa que no me gustó demasiado fue que se preste tantísima atención a las relaciones personales. O mirado de otra forma, creo que deberían haber dedicado más tiempo a la pantomima del juicio, a mi entender el punto más importante de la historia, puesto que es donde se decide el destino de estas trece jóvenes y de otros muchos hombres.
A pesar de todo ello, me parece la mejor forma de difundir lo que Julia Conesa pidió a su madre en sus últimas letras: Que sus nombres no se borren de la historia: Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente.
Más suerte tuvieron Julia Vellisca, la única en ese juicio que pudo conmutar su pena por doce años de reclusión, y Antonia Torres Llera, que por un error tipográfico salvó la vida por unos meses, hasta que descubrieron el error y la fusilaron como al resto de sus compañeras. Podríamos estar hablando de quince, y no trece, rosas rojas.


Mira el tráiler de la película en http://youtube.com/watch?v=WGJlkUk2Fjo